jueves, 21 de junio de 2012

hoy escribí el cuento de los hermanos florito y lo mandé a un concurso

En el subsuelo de la torre del Parque de la Ciudad está Leonel Florito tratando de arreglar algunos de los mecanismos que hacen que el periférico ande mientras que en la estación del periférico José Florito espera una señal para girar la palanca y probar si funciona. Rafael Rociado en la oficina de controles examina el tablero de ingresos y egresos. Ve que los hermanos Florito aun no se retiraron pese a que ya pasaron varias horas desde que el parque cerró. Rafael Rociado es un hombre despejado que no tolera que las cosas se aparten de lo reglamentario. Entonces indignado toma su linterna y sale a buscar a los hermanos Florito. Sabe que trabajan en mantenimiento y que las tareas que tenían para hacer no distaban del pulpo por lo que se dirige resueltamente hacia ese sector. En el camino ve que algo se mueve con el viento entre los autitos chocadores y la rampa de florines. Se desvía para ver de qué se trata pero no puede ver bien a causa de que tiene que apurar el paso para que la cosa no se le escape y con esto la linterna no logra dar en el blanco más que por momentos. Entonces corre. Esto empeora su puntería pero lo aproxima al objeto no identificado que por fortuna queda atorado en los molinetes de las tazas. Lo tengo, piensa. Cuando se acerca descubre que es un dinosaurio inflable rosado de gran tamaño que lo mira tiernamente con los ojitos desorbitados que seguramente salieron mal de fabrica. Se lo coloca debajo del brazo y retoma el camino al pulpo. Ahora debe hacer un rodeo para llegar. Mientras camina escucha los sonidos que hacen los juegos con el viento. Llega al pulpo, no parece haber nadie por ahí. Rafael Rociado piensa que desde que trabaja en el parque no subió ni una sola vez a ninguno de los juegos. Por un momento imagina subirse al pulpo pero decide no hacerlo, al menos hasta encontrar a los hermanos Florito. Pero el dinosaurio tiene ganas de subir así que lo sienta en uno de los carritos y lo pone en funcionamiento. De vez en cuando lo mira desde abajo mientras vigila a su alrededor. Cuando la máquina se detiene Rafael Rociado da una vuelta alrededor del pulpo y no encuentra al dinosaurio. Se debe haber volado, piensa. Busca con la mirada alrededor suyo pero no lo ve. Tampoco ve a los hermanos Florito pero escucha unos murmullos. Hay alguien ahí? grita, pero no le contestan. El viento no le deja distinguir de dónde vienen los murmullos, por momentos pareciera que de las tazas pero también puede ser de la rampa de florines. De todos modos ambos lugares quedan para el mismo lado por lo que Rafael Rociado decide ir acercándose para distinguir mejor. En el camino vuelve a ver algo que se mueve, eso lo alegra. Corre feliz al encuentro con su dinosaurio rosado y una vez en la baranda de la rampa de los florines distingue que esta vez se trata de un oso panda, también inflable y de gran tamaño. De todos modos se lo coloca debajo del brazo y presta atención: los murmullos provienen de debajo de la rampa. Rafael Rociado se desliza con cautela por uno de los laterales y trata de ver qué hay pero el viento es tan fuerte que le resulta imposible sostener al oso panda. Entonces entra y la puerta se cierra de un golpe. Ya no hay viento pero el oso panda se sigue moviendo desquiciadamente, le muerde una mano y escapa. Rafael Rociado puede ver hacia dónde se dirige porque por momentos el inflable brilla. Hijo de remil puta me las vas a pagar, grita y el murmullo cesa. Rafael Rociado camina en la oscuridad para el lado donde se fue el oso panda agarrándose la mano mordida con la otra mano. Para no chocarse con nada las lleva hacia delante y tantea el piso con los pies antes de dar cada paso. Se acuerda de la linterna y antes de bajarlos sus brazos se meten en un plástico ahuecado y gomoso que ejerce una succión irresistible. Enseguida está totalmente absorbido por aquella cosa que lo cubre por completo dejando sólo su cabeza al descubierto, desde donde puede ver a los hermanos Florito cenando con algunos inflables. Desde la mesa lo saludan y uno de ellos le señala con un tenedor una silla vacía. Sin que Rafael Rociado asienta, la cosa ahuecada en la que está embutido da unos saltitos y se instala en donde se le indicó. Al momento un tubo que aparece de uno de los costados toma un tenedor y comienza a embocar en la boca de Rafael Rociado algunos bocados de lo que hay en la mesa. Entre uno y otro observa a los hermanos Florito que cada vez que alguno de ellos intenta decir algo uno de los tantos inflables que hay ahí le hunde de un bofetazo la cabeza en el tubo inflable en que se encuentra metido. Rafael Rociado se desespera al ver que la situación se prolonga y le da un mordisco a su inflable en un intento de liberarse, con lo que consigue hacer un agujero por el que sale un aire viciado. El oso panda y dos monos intentan auxiliar al inflable donde Rafael Rociado está embutido pero éste empieza a dar vueltas por el aire en una desinflamación desenfrenada. Una vez en el piso Rafael Rociado toma el tenedor que aun tiene enroscado su inflable y amenaza al resto que retrocede. Va hasta donde están los hermanos Florito y hunde el tenedor en sus apresadores, que vuelan enloquecidos. Mientras tanto Rafael Rociado ya tiene en sus manos otros cubiertos con los que se defiende de los ataques del montón de inflables hasta que ve cómo caen al suelo los restos contenedores de los Florito. Sin dejar de dar manotazos trata de destapar con los pies los cuerpos de los dos hermanos pero nota que están desinflados. Ya totalmente desalentado mira a su alrededor y ve al dinosaurio rosado que se le acerca mirándolo tiernamente, lo abraza, le desajusta la tapita de goma trasera y lo estrecha entre sus brazos.

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