domingo, 18 de marzo de 2012

hoy escribí el cuento de leonardo

los cinco abogados del gerente general llaman a la puerta al mismo tiempo. él está en el diván recostado tranquilo acomodando su silbido al ritmo de los abogados mientras mira su reloj japonés nuevo. hace tiempo que no hacía mover a los muchachos, piensa. ellos gritan desde el otro lado y el gerente general los escucha como un coro de desafiantes tenores alzándose desde el umbral. sabe que no van a calmarse hasta que lo vean.
—no estoy tranquilo. así, no voy a poder… -dice.
la voz del gerente general casi no se escucha pero los abogados hacen silencio y él camina trazando un semicírculo que tiene como centro la puerta. recorre este camino varias veces hasta oír los pasos de alguien que se acerca trotando del otro lado y da un tremendo golpe que lo deja duro. en seguida escucha otro golpe peor que el primero y decide mirar por la cerradura. del otro lado están los abogados subidos a la espalda del jardinero que sostiene sin dificultad un tronco grandote abajo del brazo mientras toma carrera. cuando está por dar otro golpe el gerente general abre la puerta y mira cómo el enorme negro arrasa con algunos muebles y queda desparramado entre los abogados al otro lado de la habitación. entonces sale cierra la puerta con llave y camina por el corredor donde hay centenares de puertas. elige una cualquiera y entra. desde la habitación a donde se metió puede ver las ventanas de las habitaciones del pabellón de enfrente. todas dan a un patio redondo donde hay una fuente. adentro hay una cama sin hacer y algunas valijas mientras las revisa escucha a los abogados ir y venir por el corredor. la mayoría está llena bollos de toallas, jabones y cosas de distintos hoteles. sin duda el que se aloja en la habitación es el mismo que se está duchando. antes de que lo sorprendan ahí decide meterse abajo de la cama desde donde puede ver cómo entran los abogados por una puerta al mismo tiempo que el hospedado sale por otra.
—señores? —dice el hombre de la habitación envuelto en una toalla.
—lo siento —dice uno de los abogados— buscamos al gerente general.
el hombre de la habitación mira alrededor suyo y hace un gesto de negación con la cabeza.
—tal vez lo esconda en algún lado… —insiste el abogado.
el hombre vuelve a mirar alrededor suyo y vacía algunas valijas en el piso.
—parece que no… a no ser que se haya metido acá —dice y deja caer al piso la toalla. los abogados miran con espanto al hombre desnudo y salen de la habitación embotellándose.
el gerente general puede ver desde donde está el enorme pene erecto del hombre reflejado en el espejo.
—ya puede salir —dice volviendo a envolverse con la toalla.
el gerente general no se mueve intentando pasar desapercibido pero el hombre ya está al lado de la cama levantándola y dejándolo a él totalmente al descubierto. con el movimiento vuelve a caerse la toalla. el gerente general desde el piso lo mira absolutamente intimidado.
—vamos, hombre, salga de ahí.
el gerente general hace gestos de que va a salir esperando que aquel hombre le haga lugar pero no se mueve. al contrario, se acerca cada vez más y lo obliga a arrastrarse hasta el centro de la habitación donde al fin puede pararse.
—dígame qué le pasa, cuál es su problemita? —le dice el hombre rodeándolo con un brazo. el gerente general intenta soltarse pero sus esfuerzos pasan desapercibidos.
—cuénteme…
—no tengo ningún problema, estoy jugando.
—ah! pero qué divertido! yo sabía que la iba a pasar bien acá… y de qué se trata el juego?
—es algo que no le incumbe, señor.
la última palabra que dice el gerente general redobla la fuerza del brazo sobre su hombro.
—leonardo. dígame leonardo, por favor.
y como si se tratara de una puerta el gerente general gira en torno a leonardo que lo lleva casi colgado del brazo. de una patada vuelve a poner la cama en su lugar y se sienta apoyándolo a él en una de sus rodillas como si fuera un nenito.
—a ver, por qué no me cuenta? estoy muy intrigado.
los ojos del gerente general no pueden dejar de mirar hacia el espejo donde se ve a él sentado al lado de la pija de aquel hombre que ahora le da palmaditas en la espalda.
—bueeeeno, bueeeeno… ya no llore, ya pasó. ahora deje de hacer caprichitos y dígame de una vez.
el gerente general intenta zafarse y no puede. tampoco puede evitar los sollozos que le achican la garganta y lo hacen hablar con una voz vergonzosamente aguda.
—juego a las escondidas —dice penosamente.
—ah! entiendo. a ver? —dice el hombre y se tapa la cara con una almohada. después de un ratito se la descubre y dice: á-ca-taaa. ante el asombro del gerente general vuelve a repetir la maniobra varias veces.
—á-ca-taaaa… dónde está leonardo…? á-ca-taaaa…
la habitación ya casi está a oscuras. leonardo como si no tuviera adosado a su axila al gerente general vuelve a meter en una valija las cosas que había tirado al piso. prende la luz y prepara la ropa que va a ponerse mirando cómo le quedan adelante del espejo varios trajes. elige uno que según él va bien con el reloj japonés.
—qué tal si colabora un poquito? —le dice al gerente general porque le cuesta ponerse el pantalón con una sola mano. después para ponerse la camisa lo pasa de brazo en brazo y una vez vestido se peina un poco y envuelve al gerente general con la toalla que tenía puesta moldeándola con la forma de una enorme pelota de rugby.

No hay comentarios:

Publicar un comentario