viernes, 28 de septiembre de 2018

martes, 26 de junio de 2018

Tioscar y los pajaritos

-Má... dale, Tiocar dice que no va a pasar nada.
-Claro, porque después soy yo la que tiene que ir a buscarte y todo eso, ¿no?
-¡Ay dale!
-Javito: … -mamá hace un silencio, me mira fijo sobre las gafas que tiene incrustadas en la naríz hace muchos años.
-Mamá: … -la miro igual porque también uso anteojos.
Así nos pasamos el rato hasta que suena el timbre. Sin cambiar de posición:
-Qué-es-eso-Javito –me pregunta amenazante.
-El timbre, mamá.
-No me digas que le dijiste que sí…
-Es que…
Mamá se levanta superenojada y la silla donde estaba sentada se cae haciendo mucho ruido. Espero hundido en el sillón con cara de buey moribundo.
-¡Tioscar! ¡Viniste!
-Vamo pibe que yastá todo listo -tiene una pajita en la boca-. Tomá pibe -dice mientras se saca otra pajita de uno de los dos mil bolsillos que tiene en la bermuda. Y me la pongo en la boca y me paro al lado igual que él y los dos miramos a mamá con la misma cara.
-Buá, stá bien. Pero niseteocurrra llamar llorando, ¿eh?
-No. ¿No que no voy a llamar, Tioscar? ¿no que no?
-Mh mh -gesticula moviendo la cabeza de un lado para el otro.
Y así es como nos vamos al campo de Tioscar a cazar pajaritos. Es noviembre y hace calor entonces viajamos desnudos en el jeep, yo voy parado atrás agarrado de unos cañitos del techo que no está.
Llegamos a una puerta muy grande y muy pesada que separa el camino que veníamos recorriendo del que vamos a recorrer. Tioscar abre la puerta y me dice que pase manejando el auto. Yo no sé manejar. Él sabe que yo no sé pero igual me dice que es fácil, que hay que apretar el pedal de la derecha y listo, y que cuando quiero dejar de avanzar aprieto el del medio. Entonces me siento y aprieto el pedal pero no pasa nada. Tioscar me da unos empujoncitos desde la puerta para que me corra y sube en mi lugar.
-Así pibe.
Arranca, mueve una palanca, aprieta el pedal que me decía pero antes aprieta otro que suelta rápido y pasamos. Después vuelve a apretar los dos pedales que hay a la izquierda del que hace avanzar y listo, así de fácil, dice. Y se baja para volver a cerrar la puerta grande.
Cuando terminan los dos caminitos por los que van las ruedas del jeep nos bajamos y caminamos. Tioscar lleva un rifle y yo la bolsita que me dio mamá para hacer un picnic. Caminamos mucho. Mucho. Tioscar va cambiando de pajita y no logro descubrir si se las va tragando. En un lugar donde solo hay pasto rodeado de árboles por todos lados ponemos el mantelito en el suelo y nos sentamos a comer y mirar. Tioscar me dice que me fije bien y apunta. Me fijo bien y veo cómo un pajarito que venía volando horizontalmente de repente gira en ángulo recto hacia el piso.
-Así de fácil pibe. Tomá.
Y me da el rifle que no quiero ni tocar. Estoy impresionado, amargado. Entonces corro para donde me pareció que debía haber caído el pajarito y Tioscar se queda masticando su pajita. No lo encuentro. Corro. Corro tanto que me pierdo pero no quiero llorar así que pienso en cualquier cosa y sin querer llego al jeep donde Tioscar dejó el celular. Cuando oigo la voz de mamá se me caen las lágrimas.
-¿Ves? ¿Qué te dije yo? Ya salgo para allá Javito.

lunes, 25 de junio de 2018

Volví a mandarle algo al profe, uno de la paz interior

Un día que mamá estaba hablando con una amiga de las que vienen a comer bizcochitos de vez en cuando a casa vi que le mostraba un paquete bastante abultado pero no lo abría. Hablaban mucho de eso pero no se decidían a desenvolverlo. A mamá le gusta la previa de todas las cosas y por eso hacía un rodeo extrabagante para llegar, si es que llegaba, a la parte en que rompería ese papel con garabatos chinos. Y llegó, pero antes llegaron otras dos amigas de mamá, una con más bizcochitos pero de los que llaman cuernitos y la otra con churros. Para el glorioso momento de apertura mamá me pidió que sostenga el teléfono con el que filmaríamos la cuestión. Con una mano sostuve estoicamente el aparato mientras que con la otra fui degustando el contenido de cada uno de los platitos que habían dispuesto prolijamente sobre la mantita de croché que mamá hizo para un curso que duró tres años y a partir del que todos los muebles según ella finalmente vistieron con distinción.
Y la cosa emergió del envoltorio: un magnífico jarrón chino símil dinastía X. X no por diez, sino por equis, así, como si dijéramos fulano o mengano. Y las amigas chochas mirando el traslado e instalación del delicado adorno sobre una mantita a croché de reciente factura. Rosa la mantita, a tono con las florcitas de las extremidades de las ramas que decoraban el maravilloso jarrón negro brillante de formas redondeadas, grandes, majestuosas curvas que todas aplaudían entre exclamaciones.
Filmé hasta que mamá volvió al sillón, el mismo desde el que un día me dijo que no podía seguir así, abducido por la compu, y que tenía que hacer algo que me generara una sensación tal de paz interior que pudiera reemplazar mi adicción, como ella lo llama. Y le hice caso. Sobre todo después de que me mostró una fotocopia donde se promocionaban unas clases de Taichichuondo en el club del barrio.
Paz interior, Javito, paz-in-te-rior, dijo, y suspiró ilusionada, pestañando seguido.
Y fui, y tuve unas experiencias extraordinarias que fueron tan bien recibidas por mamá que me regaló una compu nueva. En realidad lo de la compu nueva no sé si fue por las experiencias o por las demostraciones que hice un día que mamá y sus amigas se reunían alrededor de una torta de banana y frutos secos que una de sus amigas había traído. Ese día mamá me presentó ante la audiencia instalada en los sillones como su pequeño saltamontes y me instó a que les mostrara mis habilidades en el tema. Vestido elegantemente de blanco con cinturón de color fui desplegando las posturas y sonidos que intentaba recordar. Para poder evocar estas experiencias me resultaba necesario concentrarme mucho y ver a estas señoras masticar la torta de la que iba quedando cada vez menos me distraía drásticamente, por eso cerré los ojos. Ahí mamá suspiró emocionada por mi recogimiento y sucedió la desgracia: en un esfuerzo por impresionarlas con la grulla cayó el jarrón chino sobre el alfombrín púrpura que no supo protegerlo.
Lógicamente, después de un momento desgarrador, en casa no quedaba más que mamá pegando las partes y yo comiendo lo que afortunadamente había quedado de la torta, acompañados ambos por su desalentador sermón y la promesa disimulada en amenaza de poder continuar habitando mi cuarto indefinidamente.

miércoles, 9 de mayo de 2018

y le mandé también a juampa

Una vez mi mamá me mandó a taichichuondo a ver si me despegaba un rato de la compu y me encantó porque hacían muchas cosas pero en realidad me gustaba más cuando me tocaba estar sentado mirando porque sino me hacían cansar y terminaba todo colorado con la lengua afuera tirado por el piso horrible. Pero cuando estaba sentadito le veía a todos los colores que les salían por la espalda por la cabeza por las manos por todos lados. Ruidos también. Y cuando llegaba a casa le contaba a mamá y se reía un poquito tipo je je pero con la boca de costado y revolviendo la comida.
Había uno que se llamaba Juampa que en el vestuario me miraba y me hipnotizaba desde lejos y se iba acercando como haciendo una toma parecía una estatua y yo también. Y cuando estaba muy cerca me tocaba la frente con los deditos y me transformaba en distintos animales un día me tocó ser un perro. Me gustaba mucho que me convirtieran y a ellos parece que también pero a mamá no entonces me compró una compu re copada.

martes, 8 de mayo de 2018

hoy escribí 29

Escriba un texto de 27 líneas. Cada línea tiene que empezar con una letra diferente del alfabeto.

Me subo a un colectivo
El de siempre
Se me ocurre que habría que agregar una variante entonces
Llevo un bastón blanco
Un señor me ayuda
Aprieta mi codo mientras empuja
Parece estar de malhumor
Haciendo algo por obligación
Como si cumpliese con un deber
Y me siento bien y mal a la vez
Tan emparedado entre los muchos de adentro y los tantos de afuera
Ignorado y toqueteado, paradojicamente
No viendo sus caras pero sintiendo
Olores, roces, presiones
Voces que dicen algo que sobresale del murmullo
Zigzagueando llega a mis oídos algo de todo eso
Realmente no lo entiendo, pero me doy cuenta
De que es una queja que viene siendo desde siempre
Bastante tiempo me lleva entender que estoy llegando
Fuerzo a la gente a correrse aprovechando mi condición
Grito también y lo logro
Jadeando bajo y me recibe alguien en la parada del
Kiosco: la parada de siempre
Que tiene ese olor a comida de la rotisería de la esquina
Ñoquis de papa, esos que a mamá le gustan tanto tanto
Walter se llama el dueño
Xuxa le dicen a la que atiende

jueves, 26 de abril de 2018

hoy escribí sobre el departamento de enfrente y se lo mandé al profe lococo

Desde la ventana de mi habitación, lugar del que prácticamente no me muevo, puedo ver la ventana del departamento de enfrente. Casi nunca pasa nada, pero de vez en cuando se prende la luz y entra alguien. Son dos hombres: a veces viene uno, a veces otro. En general vienen juntos.
Hay en esa habitación muebles tapados con sábanas blancas y en las paredes cuadros también tapados. Estos hombres suelen traer o llevarse algunas de estas cosas sin descubrirlas, por lo que siempre las veo en ese estado.
Últimamente se fueron llevando más cosas de las que traían y la habitación fue quedando casi vacía. Después dejaron de venir. Hace un tiempo que no aparecen en realidad, y según puede verse se llevaron todo.
Cada tarde, en el momento en el que el sol ilumina el interior de la habitación, observo con detenimiento el estado en el que quedó el lugar. A la derecha de la puerta por la que los hombres entraban y salían, que ahora está cerrada, comienza una larga pared vacía. Casi llegando al final de esta pared, poco antes de que comience la otra pared con la que forma un ángulo recto, cuelga de un clavo una sábana blanca que se arruga al llegar al suelo. De la pared que le sigue solo logro ver una pequeña fracción. En frente de esta supongo que hay otra pared, que es la que queda a la izquierda de la puerta cerrada, que no llego a ver. Y por último, la pared donde está la ventana, que está justo en frente de la puerta, que tampoco veo. Entre todas estas paredes, un piso de parquet cubierto casi completamente por un sinfín de sábanas.
A simple vista parecieran solo sábanas tiradas, eso es lo que creí las primeras tardes, pero al ir pasando los días fui notando en los distintos pliegues la existencia de otras cosas. Para cerciorarme de que todo estuviera siempre en el mismo lugar de un día para otro, empecé a anotar lo que veía. Para esto dividí el lugar en sectores haciendo una especie de cuadrilla (del 1 al 7, de la A a la D), y tomé nota de lo que había en cada uno de los fragmentos.

Primer día:
1 A – sector tomado casi por completo por los bordes arrugados de la única sábana que cuelga de la pared como una suerte de catarata;
2 A – sector ocupado por parte del oleaje de la sábana colgante, el resto del espacio deja ver un fragmento del parquet y el inicio de una nueva sábana;
3 A – una especie de llanura blanca que inicia un leve ascenso hacia el sector siguiente;
4 A – de estar casi tensa, la sábana pasa a un estado rugoso que culmina en una montañita puntiaguda que se apoya en un nudo bastante grande, perteneciente a otra sábana;
5 A – sector tomado casi por completo por un nudo hecho con una sábana entera;
6 A – aquí asoma un pedacito de sábana, donde concluía el gran nudo, y se puede ver nuevamente el piso;
7 A – esta zona no participa del cubrimiento.
El resto de los segmentos (de la B a la D) no llego a verlos desde mi ventana.

Segundo día:
1 A – una catarata que cae y salpica fuertemente el resto del espacio;
2 A – el agua sigue su curso hasta calmarse y dar inicio a otro paisaje;
3 A – el nuevo paisaje es calmo, liso. Anuncia sin embargo un nuevo movimiento;
4 A – una zona sísmica, donde lo que era distensión pasa a un estado vertiginoso;
5 A – después del ascenso, un espacio voluminoso y enroscado que ocupa toda la escena;
6 A – algunos restos y el parquet;
7 A – una zona libre desde donde poder mirar hacia atrás.

Tercer día:
1 A – desciendo velozmente por una catarata hasta sumergirme en un lago de espuma, del que asomo y vuelvo a hundirme varias veces hasta poder alejarme del oleaje constante;
2 A – ahora que el agua está calma, nado tranquilamente hasta la orilla;
3 A – cuando llego me recuesto y miro desde lejos la inmensa catarata, después de descansar camino dándole la espala hacia algo que parece ser el inicio de una montaña;
4 A – al principio el terreno es amable, pero a medida que avanzo empieza a haber zonas rocosas, pliegues, y una inclinación agotadora. Miro hacia arriba y hacia abajo, la catarata quedó lo suficientemente lejos como para que la cima de la montaña me parezca cercana. Sigo caminando hasta llegar a la cumbre;
5 A – desde la cumbre puedo ver el inicio de algo que pareciera una montaña rusa, atrás de unas rocas hay algunos carritos, me subo al que está montado en los rieles y, empujándome de las rocas con las manos, tomo velocidad;
6 A – después de un descenso vertiginoso, el carrito se detiene en el mismo momento en que los rieles desaparecen;
7 A – me bajo del carrito, camino hacia delante e intento divisar la cascada, pero la gran montaña rusa tapa todo lo que quedó por detrás de ella.

Cuarto día:
1 A – invité a algunos amigos a pasar un día en el parque. Es verano, hace calor y tenemos ganas de divertirnos, por lo que decidimos bajar por la cascada hasta hundirnos en la espuma;
2 A – nadamos riéndonos y un poco exhaustos hacia la orilla, por momentos hago la plancha y siento las gotitas que me salpican el cuerpo;
3 A – de a poco vamos llegando, yo soy el último. Ya están todos tirados descansando al sol, que empieza a cubrirse por pequeñas nubes. Siguen riéndose y comentando los mejores momentos del descenso;
4 A – uno de ellos nos grita desde un poco más allá, dice que lo acompañemos a ver qué hay. De a poco nos vamos levantando y caminamos dándole la espalda a la cascada. El camino empieza a ascender, las rocas van cubriendo el suelo, las nubes van cubriendo el sol. Nos cansamos, pero decidimos no parar hasta llegar a la cima;
5 A – desde la cumbre puede verse, lejos, la cascada, y del otro lado una montaña rusa. Estamos muy contentos de haberla descubierto, nos subimos a los carritos riéndonos y de a poco vamos bajando todos a los gritos;
6 A – después de un largo y vertiginoso viaje, llegamos a la orilla del paisaje, donde los carritos van deteniéndose uno por uno;
7 A - un poco mareados vamos bajándonos de ellos y caminando hacia una zona desde la que podemos ver qué tan grande y cuántas vueltas da la montaña rusa en la que estuvimos recién.

Quinto día:
1 A – corren fuerte pero yo corro más fuerte que ellos. Cuando me están por alcanzar me lanzo como una estrella fugaz a una catarata que cae y salpica fuertemente el resto del espacio;
2 A – me dejo arrastrar por el agua siguiendo su curso e intentando que no me vean. Escucho el tono amenazante en los gritos de los que no se tiraron y los chapoteos de los que me buscan entre la espuma. Llego a la orilla y me arrastro con lentitud para no ser visto;
3 A – la playita es calma, un terreno liso por el que zigzagueo hasta que las piedritas empiezan a lastimarme cada vez más a medida que van aumentando en tamaño. Cuando ya me resulta insoportable me paro y corro. Ellos me ven desde la costa y corren saltando las olas, que en realidad son chiquitas;
4 A – la subida me agota. Cada tanto paro a descansar y miro para atrás: puedo distinguir un grupo de gente al inicio de la cascada que parecen hormiguitas alborotadas y también puedo ver cómo empiezan a trepar los que decidieron tirarse como yo;
5 A – veo que en la cima hay unas rocas grandes y pienso en esconderme. Cuando llego encuentro unos carritos de algo que parece una montaña rusa. los voy largando vacíos y me subo al último rumbo a quién sabe dónde;
6 A – durante la tremenda bajada intento no estrellarme contra los carritos que van adelante, descontrolados. Uno se descarrila y otro queda pegado al mío sin mayores consecuencias hasta que desembocamos en un lugar tranquilo, oscuro, desde donde no puedo ver nada más que la última vuelta que da la vía antes de desaparecer acá, donde estoy;
7 A – una zona libre desde donde poder mirar hacia atrás. No se ve nada.

Sexto día:
1 A – mamá lleva unas bolsas atadas a la cintura y Tióscar se puso las antiparras. Yo me inventé una escafandra para poder tirarme tranquilo por la cascada. Los miro tirarse y no me animo, pero cuando veo que asoman por entre la espuma sonrientes disfrutando de antemano del asadito que planeamos hacer me vuelvo temerario y vuelo hecho un bollo hasta sumergirme más de lo que hubiera preferido;
2 A – a mamá le cuesta tanto como a mí nadar hasta la orilla. Nos damos ánimos mutuamente mientras vemos que Tióscar ya está prendiendo unos palitos;
3 A – llegamos arrastrándonos penosamente. Tióscar ya tiene el fueguito listo y desata las bolsas de la cintura de mamá que descansa desparramada al sol como un lobo marino. Tenemos todo para una jornada inolvidable. Destapamos el espumante para brindar mientras vemos cómo se van juntando unas nubecitas en el cielo;
4 A – Tióscar improvisa una antorcha y camina por la ladera de algo así como una montaña buscando un lugar propicio para seguir cocinando. Desde arriba nos chifla y hace señas de que juntemos todo. Sentimos las gotitas que empiezan a caer en nuestras espaldas mientras subimos trabajosamente;
5 A – cuando llegamos, mientras jadeamos y nos hacemos gestos aprobatorios por la gran hazaña, Tióscar nos dice que atrás de unas rocas grandes parece haber unos carritos y una vía, que parece ser el trencito turístico que funcionó hasta hace algunos años, justo antes de que empezáramos a ser colonia. Tióscar siempre nos cuenta la historia de cada cosa, le encanta, pero esta vez no lo escuchamos porque llueve a cántaros y estamos empapados. Se apagó la antorcha;
6 A – nos metemos como podemos cada uno en un carrito. Tióscar, sin dejar de hablar, nos va empujando. La bajada es tremenda y en el camino veo cómo una de las bolsas de mamá sale disparada para un costado. Solo espero que no sea la bolsa de los dulces;
7 A – llegamos a un lugar oscuro, llano y francamente peor que en el que estábamos. Llueve. Imposible hacer un asadito. Y para colmo nos quedamos sin postre.

Séptimo día:
1 A – mientras escuchamos las historias de Tióscar vamos tirándonos uno por uno por la cascada. Antes, mamá va repartiendo bolsitas con las que tenemos que lidiar hasta la orilla. Soy uno de los últimos, por lo que puedo ver cómo Tióscar mira con cada vez más insistencia hacia atrás hasta pasar corriendo por al lado de los que quedamos y zambullirse como una flecha. Miro para donde miraba Tióscar y veo que corren fuerte, pero yo corro más fuerte que ellos. Mamá no. Veo mientras voy cayendo por la cascada cómo la despojan de sus últimas bolsitas;
2 A – mientras mis amigos, que van adelante, nadan riendo hasta la orilla, mamá y yo nos esforzamos por alcanzarlos. Tióscar hace la plancha dándonos indicaciones;
3 A – llegamos. Somos los últimos. Mis amigos dejan de reírse cuando Tióscar les señala a los que van cayendo por la cascada y a otros más que están nadando hacia nosotros. El cielo se encapota y no sabemos qué hacer. Mamá señala la cima de la montaña como única salida;
4 A – discutimos si emprender o no el arduo ascenso. Nosotros somos más pero ellos parecen profesionales. No sabemos bien profesionales de qué pero intimidan. Finalmente nos decidimos a subir no tanto por los que nadan hacia nosotros sino más bien porque empieza a llover, poquito pero suficiente como para convencernos;
5 A – subo penosamente empujado por los jadeos de los que recién salen del agua. Si bien están lejos parece ser que la concavidad de la ladera acerca sus sonidos hasta nosotros. Incluso podemos escuchar algunas quejas y algo que parecen insultos, lo que no podemos saber a ciencia cierta porque hablan otro idioma;
6 A - desde la cumbre Tióscar nos grita que hay algo que parece una montaña rusa pero que en realidad es un trencito para el turismo del que si salimos de esta nos va a contar bien, y que atrás de unas rocas hay algunos carritos. Agonizando sin parar de andar veo cómo Tióscar saca cuentas y empieza a repartir gente para que vayan bajando. Después de un buen rato mamá y yo llegamos. Tióscar nos deposita en el último carrito al que se sube después de empujarlo un buen rato hasta que toma envión. El viento me pega violentamente en la cara y, si abro la boca, me infla los cachetes;
7 A – los carritos van amontonándose a medida que van llegando. Un poco mareados vamos bajándonos y caminando hasta una zona desde la que podemos ver qué tan grande y cuántas vueltas da la montaña rusa en la que estuvimos recién, por la que también se ven muy a lo lejos unos fueguitos que van descendiendo. Tióscar dice que son los que venían atrás nuestro, pero que tenemos un buen rato hasta que logren llegar. Así que armamos un picnic con el contenido de las bolsitas de mamá mientras nos sentamos bajo la lluvia a disfrutar del espectáculo de aquel luminoso descenso.

Octavo día:
1 A – un clavo. Debajo, parquet.
2 A – parquet.
3 A – parquet.
4 A – parquet.
5 A – parquet.
6 A – parquet.
7 A – parquet.
Desde la ventana cuelga un cartel de venta.

martes, 24 de abril de 2018

hoy escribí esto. sí, se lo mandé al profe

Desde arriba, atrás del depósito de mangueras, acecha cada movimiento. Vigila a todo los que llevan gorra porque sabe que, ante aquel movimiento determinado que espera que haga el que tanga puesta una, debe correr hasta la puerta sin que nada lo detenga, cruzar hasta los jardines y saltar las rejas como pueda. Entonces está atento. Son siete los que llevan gorra. Hay más gente de la que pensaba y le resulta difícil mantenerlos ubicados. La señal que espera no es para él, pero él sabe lo que indica. Tampoco sabe para quién es exactamente, por lo que desconoce hacia dónde va a ser dirigido el gesto. Ahora puede ver sólo a cinco. Uno de ellos está sentado detrás de una lámpara que cubre parte de su tronco y su cabeza. Se concentra entonces en los que quedan. Uno camina con un grupo de personas siguiendo a una mujer que señala objetos a la vez que se detiene y dice algunas cosas, que el resto asiente con afirmaciones y gestos de interés. Otro conversa con una mujer que acaricia a un perro que tiene en la falda. Otro es un niño que juega con otro, que corre delante y se sostiene la gorra para que no se le caiga. Está desconcertado. No cree que uno de los niños pueda ser el encargado de hacer semejante operación, pero no puede descartarlos. Mira al resto de la gente esperando encontrar a las otras gorras y descubre a un hombre desnudo en el momento justo en el que sale corriendo de adentro de un canasto de mimbre. Sin pensarlo salta del depósito de mangueras y corre desesperado por entre la gente. También está desnudo. Algunas personas le dan paso divertidas, a otras tiene que empujarlas. Llega a los jardines y descubre que son más los hombres que corren hacia las rejas. Se esfuerza. Llega y comienza a trepar por la enredadera que cubre parte de la reja. Sube. Cuando asoma la cabeza ve que hay varias personas esperando con cámaras y salta. Cae en medio de la vereda junto con un oriental, que avanza más rápido que él y llega primero a la meta.

sábado, 14 de abril de 2018

hoy escribí prity cash y se lo mandé al profe

Estaba sentada en una banqueta escuchando Jhonny Cash cuando decidió que era el momento de hacer girar la tapita. Era justo en el intervalo entre un tema y otro. Hizo un pequeño esfuerzo tomándola con la pinza que formaban los dedos índice y pulgar y en seguida el pico de la Prity que Osvaldo le había regalado se atragantó con el sonido que ella retenía con un poco de presión. Finalmente cuando el nuevo tema sonó ella ya estaba bebiendo su espumante gaseosa al sol. Osvaldo desde la orilla de la pileta le miraba las piernas, llevaba unas medias hasta las rodillas y estaba en maya. Varias veces había intentado convencerla de que se las sacara pero era imposible. Hasta había estado nadando así. Igual no era eso lo que le molestaba sino las influencias. Todo lo que ella hacía era repetido invariablemente por las otras chicas. Incluso cuando se le ocurrió que había que hablar muy lento y fuerte ahí estaban todas como unas taradas tejiendo sus pesadas conversaciones a los gritos. Ahora estaban todas en la cocina buscando sus refrescos. Esperaban encontrar Prity también para ellas pero Osvaldo, que después de todo disfrutaba de las situaciones que generaba, le había regalado esa gaseosa solo a ella para que las otras se volvieran locas. Y efectivamente estaban desquiciadas buscando en la cocina desde donde una preguntó si había más.
—¡Claro que no! Solo hay para mí.
Ninguna contestó y de a poco fueron acercándose con sus vasos de jugo a la banqueta donde ella tomaba abstraída su Prity. Osvaldo la miraba y saboreaba disgustado de aquel triunfo donde él había participado.
Más tarde ella se sacó las medias y se deslizó entre el sonido de los grillos y la noche por el zigzagueante caminito de piedras que iba hasta la pileta, llegó hasta el borde y volvió a donde estaban las chicas caminando con exagerada solemnidad.
—Qué ridículas, si les pidiera que se corten los brazos se los cortarían —dijo, y entró en la casa sabiendo que inmediatamente las chicas se sacarían sus medias y correrían tras ella. Osvaldo miró aquel espectáculo desde la pileta, no se había movido del mismo lugar donde había pasado toda la tarde.
Mientras Osvaldo cocinaba las chicas se divertían viendo cómo ella jugaba a la play. Cada vez que anotaba un punto ellas reían y festejaban. Osvaldo las miraba a través de la puerta entreabierta. Una de las chicas sobresalía del resto aunque se notaban sus esfuerzos por mantenerse a la altura de las demás: tenía constantemente flexionadas las rodillas y se encorvaba, más todavía si ella se le paraba cerca. Semejante flexión la hacía parecer estúpida haciéndola insoportable a la vista, lo que perdonaba no sólo que fuera más alta que ella sino también ese misterio tan interesante que la mantenía intacta pese a las excentricidades que calcaba igual que las otras. Ese misterio a ella no le pasaba por alto, sufría cada vez que notaba esa diferencia y para castigarla se paraba a su lado apoyándole la mano sobre la cabeza, presionando levemente y obligándola a curvarse cada vez más hasta hacerla caer de rodillas para que se disculpara.
Aburrida de jugar con la play levantó la tapa del piano y las hizo pasar a una por una. Las chicas se esmeraban por sacar algún sonido de ahí pero eran un desastre. Para complacerla la más alta tocó una melodía de Johnny Cash que sonó bastante bien, incluso mejor que la que ella había intentado tocar. Más tarde mientras cenaban ella puso una mano sobre la mesa y fijó su mirada amenazante en cada una de las chicas. Entonces todas pusieron su mano sobre la mesa. Después tomó un cuchillo y volvió a mirarlas. Osvaldo se divertía viendo cómo las chicas blandían sus cuchillos entre sollozos hasta que, acompañada de una horrible risotada, ella se cortó un dedo.
Osvaldo miraba desde la pileta cómo cada una de las chicas desayunaba con una venda en la mano.

lunes, 9 de abril de 2018

chochísimo

un kafka en joda
un felisberto hernández lisérgico
un beckett surrealista
de chirico literario
gracias lo coco
estoy chocho <3


te respondo
leo a la mañana 
leo a la tarde
leo a la noche
y escribo y tiro y escribo y tiro
pero esta vez mejor te mando y listo
otra respuesta
debuté insistiendo hasta el cansancio
a un amigo de un amigo y así
hasta llegar a pinkplanters en papel
después me quedé dormido y me llegó volando por la ventana una rosa que me invitó a despabilarme 
y acá estoy
chocho

viernes, 6 de abril de 2018

hoy escribí el cuentito de la casita del árbol y se lo mandé al profe lococo

Tióscar chupándose los dedos después de bajarse la pila de panqueques. El drama del plato vacío. Mamá y tióscar en el sillón con las manitos cada uno arriba de su respectiva panza mirando la tele. Mamá olvidándose de que llueve, de la casita del árbol, de mi inanición, de que se viene la noche. Imposible prender la vela con semejante tormenta. Voladura de techo y escalera. Mojadura de todo lo que había en la casita del árbol. Zarandeo de las ramas y por ende de los restos de la casita. Cuando el viento sopla no es constante, mucho menos rítmico. Las ramas donde se apoyan lo que queda de las paredes, que es lo único que se mantiene en pie junto a las tablas del piso que empiezan da dejar de ser paralelas entre sí, bailan como las locas de travestia, sobre todo la que usa peluca roja para rebolearla incansable, constantemente, como si se tratase de un ventilador. Ahí viene bien un ventilador pero de verdad, éste da vértigo y hace que no quiera ir y me pierda varias fiestas. Sin techo lo único que queda es debajo de la mesa. Imposible prender la vela con semejante tormenta. ¿Quién va a hacer que pare de llover? Mamá y los panqueques con dulce de leche que hace invariablemente cuando llueve. Un día llovió tanto que se quería inundar la casa y mamá no pudo hacer los panqueques porque tuvimos que estar dele que te dele con el secador atajando las olitas que amenazaban desde debajo de la puerta cada vez que pasaba un auto. Y cuando pasaba un bondi agarrate, no había secador que aguantara y chau, el mal humor de mamá que ni se compara con ninguna tormenta. “Rezá Javito, Rezá”, decía mamá mirando el estante con estampitas y vela que hay en el living. “Vamos a quedar esbeltos con tanto ejercicio”. Salto mortal de tres vueltas con caída perfecta en dos pies que rebotan y me lanzan directo a la ventana de la cocina para dar de lleno con el tarro de dulce de leche. Imposible prender la vela con semejante tormenta. Imposible.

martes, 27 de marzo de 2018

hoy escribí el cuento pulpatom y se lo mandé al profe lococo

—¿Sí?
—Un cuarto de muzarella.
—¿Así está bien? —le dice el almacenero indicando con el cuchillo por dónde va a cortar.
—Mmmsí, un poco más… así, así está bien.
El almacenero coloca el trozo de muzarella sobre un rectángulo de nylon, lo envuelve un poco y lo posa sobre la balanza.
—Doscientos gramos, ta bien?
—Sí, sí.
—¿Algo más? —dice mientras mete la muzarella envuelta en nylon dentro de una bolsita.
—Sí, deme una lata de tomates.
—¿Cuál querés? Tengo este que es muy bueno, es nuevo, se llama… —para leer la etiqueta se pone los anteojos que tiene colgando del cuello— Pulpatom. Es bueno, ¿eh? ¿Vas a hacer pizza?
—No conozco esa marca. Mejor deme aquella, la de más arriba.
—No sabés lo que te perdés. ¿Cuál, la Salsati?
—Sí, esa.
—¿Algo más? —pregunta el almacenero mientras mete la lata de tomates y la muzarella en otra bolsa más grande.
—Aceitunas.
El almacenero se da vuelta y empieza a colar algunas aceitunas con una espumadera.
—No, negras por favor.
El almacenero vuelve a meter las aceitunas verdes en el frasco y empieza a colar algunas aceitunas negras.
—¿Cuánto querés?
—Mmmcien gramos, más o menos.
—Cien gramos justo —dice el almacenero mientras saca la bolsita de aceitunas de la balanza.
—¿Algo más pibe?
—No, nada más. ¿Cuánto es?
—A ver… son… la muzarella, mmh. 115 pesos.
—Ah, no me alcanza. Tengo cien—dice mientras busca en los bolsillos.
—Es la Salsati. ¿Por qué no me hacés caso y probás Pulpatom?
—Bueno, está bien. Tome.
—Que tengas un buen día.

Mientras espera el ascensor Francisco mira la lata de Pulpatom. Tiene una foto de un tomate gigante acorralado por una ronda de chicos tomados por las manos que juegan en un prado verde ¿con unos arbolitos al fondo? Mira bien y distingue algunos palitos con un círculo verde más claro arriba. Sí, son arbolitos.
—¿Sube?
—Ah, sí, disculpe.
Quedan apretados en el ascensor la señora del quinto, su perro y él.
—¿Fue a hacer las compras?
—Sí.
—Ah, yo voy los jueves a la mañana porque hay menos gente, ¿sabe?
—Mh.
—¿Va a cocinar?
—Más tarde.
—Ah, qué bien. Yo a la noche prefiero comer livianito, sino no puedo dormir.
El ascensor para y Francisco intenta abrir la puerta para que la señora baje, pero está trabada.
—¡Ay! ¡Siempre lo mismo! En la reunión de consorcio yo dije que las cosas en este edificio andan mal, pero nadie me escucha. ¿Ve? ¿Ve lo que pasa? Bueno, bueeeeno, no ladres Pequi, ya bajamos. Vení, vení —y mientras alza al perrito se mira al espejo— qué lindo perrito, cuchi cuchi cuchi…
Para no mirarla Francisco no deja de forcejear con la puerta que no cede. Toca el botón de alarma y no suena. Entonces grita que el ascensor se atoró.
—Vamos a tener que esperar —le dice la señora del quinto a su perrito mirándolo por el espejo.
Pasa media hora y nadie viene a solucionar el problema. Francisco estuvo gritando como un loco y nadie se dio por enterado. Entonces se sienta en el piso del ascensor y para distraerse mira el dibujo de la lata de Pulpatom.
—Joven, ¿me hace el favor de hacerme un lugar? Estoy muy cansada.
—Sí, claro —dice Francisco mientras se aprieta contra un costado. El perrito se pasea por entre las piernas de ellos y huele de vez en cuando la bolsa en la que Francisco lleva la muzarella.
—Es que Pequi ya tendría que haber cenado. No está acostumbrado a esperar.
Pasan varias horas y a pesar de los gritos de Francisco y los ladridos de Pequi nadie viene a rescatarlos. Francisco tiene hambre, se levantó muy tarde y pensaba hacerse una pizza de desayuno. Mete la mano en la bolsa y encuentra las aceitunas.
—¿Quiere?
—Gracias, joven, pero las aceitunas me dan un poco de acidez.
—¿Muzarella? —le pregunta Francisco blandiendo el paquete de nylon con la boca llena de aceitunas.
—Me da estreñimiento.
Pasadas dos horas lo único que queda es la lata de tomates. A estas alturas la señora del quinto ya tiene hambre y mira con insistencia la lata de Pulpatom que Francisco tiene apoyada en la rodilla.
—¿Quiere?
—La verdad es que ya tendría que haber cenado…
Francisco toma esa respuesta como una afirmación y abre la lata con su llavero. Los dos se asoman para ver el contenido y no ven más que algunos tomates pelados flotando en un líquido rojo.
—Colorante —dice la señora del quinto piso mientras mete tres de sus dedos para pescar un tomate. Cuando logra atraparlo se lo lleva a la boca y lo traga entero. Francisco hace lo mismo. Por último Pequi lame los restos que quedan en el fondo de la lata de Pulpatom.

Francisco empieza a sentirse acalorado. Mira de reojo a la del quinto y ve que ella también está transpirando.
—Es la luz —dice la señora.
—Falta un poco el aire —contesta Francisco. Siente que una cosquilla se le instala en la nuca, detrás de las orejas, y que su cuerpo se va sensibilizando progresivamente. Cada vez que Pequi le roza las piernas su sensibilidad se hace más susceptible. Entonces mira de reojo y ve que la del quinto lo está mirando. Está muy colorada y tiene los ojos brillosos. Le habla pero él no puede escucharla, está totalmente tomado por una gran excitación. Entre los movimientos eufóricos que la señora del quinto hace para explicar lo que le está pasando una de sus manos comienza a frotarle un brazo de arriba abajo. Esto lo trastorna por completo y aplasta su cara contra la de ella. Siente cómo la del quinto le aprieta distintas partes del cuerpo y no puede contener algunas exclamaciones. Pequi ladra, ellos se levantan del piso y se aprietan desesperadamente contra las paredes del ascensor que se mueve violentamente como una hamaca, como si estuvieran en una plaza llena de chicos jugando a hacer una ronda alrededor de ellos. La del quinto sostiene debajo del brazo a Pequi que también participa del juego. Los chicos cantan

al Gran Tomate
se le ha perdido el As
y si no lo encuentra prontooo…
¡PUL-PA-TOM-SE-RÁS!

y giran cada vez más rápido entre las bolitas verdes que cubren todo el piso y les llegan hasta las rodillas. Francisco intenta mantener el equilibrio pero tiene en brazos a la del quinto con Pequi. Entonces caen y quedan sumergidos entre las bolitas mientras escuchan que arriba los chicos siguen cantando. Pequi les da la mano y los lleva flotando hacia abajo. Pequi es enorme y brilla con la luz verde claro que sale de adentro de cada una de las bolitas y si no lo encuentra pronto Pequi se separa de ellos y baila. Gira sobre sí mismo hasta convertirse en un trompo gigante. El movimiento expulsa a todas las bolitas que se alejan con la luz y quedan en penumbras. Francisco ve que a la del quinto con Pequi se le mete una de las bolitas en la boca y se está ahogando. Trata de llegar hasta ella pero le cuesta muchos esfuerzos deslizarse. Cuando lo logra la del quinto con Pequi no se mueve entonces, desesperado, Francisco le mete los dedos en la boca para ver si se le ha perdido el As. No puede sacarla y mete la mano entera. Logra tocar con la punta de sus dedos un borde de la pequeña esfera Gran Tomate y ahora los dientes de la del quinto rozan su codo y ya casi la tiene pero se le resbala y si no lo encuentra pronto se esfuerza y ya tiene el brazo entero sumergido en un líquido muy rojo.
—Colorante —dice la del quinto.

viernes, 9 de marzo de 2018

domingo, 4 de mayo de 2014

hoy me leí cómo resistir a la prisión mundo de John Berger

dice que Stendhal dice que los pueblos no tienen sino el grado de libertad que su auducia le conquista al miedo. y dice que sin referentes hay un gran riesgo de que los humanos demos vueltas y vueltas. bueno, dice muchas cosas. te lo paso querés, escribime acá: telepaticalesa@gmail.com

pilotín playero


- qué pasó?? dónde está el piloto??
- aterrizando en el agua? faltará la última parte donde bajan por la escalerita del medio con guirnaldas y collares de flores tragos de colores mayas blancas mucha gaza flameando y dicen "sor-preee-saaaa-!" mientras se mueven al ritmo del ukelele y se unen en festejos veraniegos con los questaban filmando?

martes, 22 de abril de 2014

CV de hoy


Javier Lesa nace en 1988 en Buenos Aires.

Estudia en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego, por motivos que le impiden estar fuera de su hogar, emprende una peculiar formación autodidacta, a partir de la cual desarrolla sus pinturas, cuentos y relatos.

Actualmente vive y trabaja en una compleja novela que espera publicar pronto.

martes, 18 de marzo de 2014

artesito

- hola. volví.
- ay no! y ahora que hago?
- nosé roberto, fijate.
- sos malo javi.
- lo siento: roberto quesada ponce quedas suspendido.
- bueno. chau.
- chau. besitos.

 

lunes, 10 de marzo de 2014

viernes, 7 de febrero de 2014

Soy Lucas.

Soy Lucas, tengo 20 años y soy trabajador sexual. Habitualmente voy a buscar clientes a los baños de las estaciones como Once, Retiro y Constitución. Voy día por medio a las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde y hago entre doscientos y trescientos, según la racha, dos o tres clientes por día. Algunos clientes me gustan, sobre todo un pibito. También paso buenos momentos con algunos maduros que la tienen clara. Me van los tríos y las fiestas, están buenas si son pibes piolas. Soy más activo, pero también transo y mamo. Pero les quiero hablar de otra cosa:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-3297-2014-02-06.html

martes, 4 de febrero de 2014

una y otra vez, feliz navidad.


para mí que no tendrían que dejar de elegir el que les convine con la onda que hayan elegido para los últimos días de su vida, así nos recuerdan con cariño: http://www.funeral-concept.fr/index.php?id=13&Titre=r%EF%BF%BDalisations

viernes, 18 de octubre de 2013

la hazaña del momento:

primero) escribir "hazaña"
segundo) comer el pescadito con ensalada de papazanahoriazapallo con una sola mano usando una cucharita
mamá dice que si tardo más como menos
besitos

viernes, 11 de octubre de 2013

urgente:

a ver amiguitos si se copan: quiero tener una columna semanal en revista y/o diario y/o blog y/o web y/o lo que me quieran proponer. gracias. desde ya muy atento. javi lesa

jueves, 10 de octubre de 2013

Abducida, de James Tate

Mavis aseguraba haber sido abducida por extraterrestres. Quizá lo había sido, no lo sé. Decía que tuvieron relaciones sexuales con ella, pero que era diferente. Colocaron un dedo en el centro de su frente y emitieron una especie de zumbido. Ella dijo que le pareció mejor que el otro tipo de relaciones sexuales. Le pregunté si podía probar y dijo que no. Poco tiempo después Mavis desapareció para siempre. No le dijo adiós a nadie, y nadie supo adónde fue. Yo empecé a soñar con ella. Frecuentemente se trataba de sueños perturbadores. Aquellos que involucraban extraterrestres, sin embargo, eran bastante agradables. Pienso que quizá deseaba ser abducido. Obviamente no le confesé esto a nadie. No digo que le creyera a Mavis, pero sí creo que ella experimentó lo que dijo haber experimentado. Las personas ven cosas que no están ahí todo el tiempo. Algunas de estas personas están locas y otras no. Mavis no estaba loca. Ella no era mi amante, pero fuimos buenos amigos y la eché de menos. Y la vida continuó. Me tomé un par de cervezas con Jared una o dos veces por semana. Ocasionalmente fui con Trisha a comer o al cine. Una vez toqué la puerta del antiguo departamento de Mavis y me respondió alguien que no hablaba inglés. Luego leí en el periódico un artículo sobre una mujer que había sido encontrada en el fondo de un lago. La policía no pudo identificarla. Fui a la morgue nmediatamente. “Me gustaría ver el cuerpo de la mujer que se ahogó en el lago”, dije. “Lo siento. Eso es imposible”, dijo el hombre. “Pero puede que ella sea una amiga mía”, dije. “La policía me ha dado instrucciones estrictas. Nadie puede verla”, dijo. “Pero posiblemente yo podría identificarla”, dije. “Créame, nadie podría identificar lo que tenemos aquí”, dijo. Me fui y volví a casa. Jared regresó esa noche. Le dije que me preocupaba el hecho de que la mujer de la morgue pudiera ser Mavis. Él dijo: “¿quién es Mavis? Yo le dije: “Tú sabes muy bien quién es Mavis. Saliste con ella varias veces. Pienso incluso que quizá estabas enamorándote, pero ella se deshizo de ti”. “No conozco a ninguna Mavis, y ciertamente nunca salí con ella. Mi memoria no es tan mala”, dijo. “Una noche los vi juntos en Donatello’s”, le dije. “Nunca he ido a Donatello’s”, dijo él. “Jared, ¿por qué haces esto?”, dije. “Solo te digo la verdad. Nunca en mi vida conocí a una mujer llamada Mavis”, dijo. Más tarde, después de que Jared se fue, empecé a pensar en el asunto. Ya ni siquiera podía recordar la cara de Mavis. Era triste. Ella estaba siendo borrada. Yo quería poner mi dedo sobre su frente, pero no había nada allí.

James Tate (Traducción de Diego Otero)

sábado, 28 de septiembre de 2013

domingo, 21 de abril de 2013

el profe sánchez

tengo un cuaderno nuevo para poner las palabras nuevas justo atrás como menseñó sánchez que también me dijo que ahí tenía que anotar los 'giros denlace' que no sé bien cómo sería eso.

me dijo también que ponga primero adelante de todo: preparar pacientemente, amorosamente, un estado de sinceridad irremisible.

quince días para cada página

y al final me anotó esto:
-la táctica de exprimirme como a una naranja; en el lugar de disentir. después, cada uno se queda con lo que le concierne.
-soy un psicólogo silvestre.
-hay que funcionar como arqueólogo del pasado.

así.

jueves, 21 de junio de 2012

hoy escribí el cuento de los hermanos florito y lo mandé a un concurso

En el subsuelo de la torre del Parque de la Ciudad está Leonel Florito tratando de arreglar algunos de los mecanismos que hacen que el periférico ande mientras que en la estación del periférico José Florito espera una señal para girar la palanca y probar si funciona. Rafael Rociado en la oficina de controles examina el tablero de ingresos y egresos. Ve que los hermanos Florito aun no se retiraron pese a que ya pasaron varias horas desde que el parque cerró. Rafael Rociado es un hombre despejado que no tolera que las cosas se aparten de lo reglamentario. Entonces indignado toma su linterna y sale a buscar a los hermanos Florito. Sabe que trabajan en mantenimiento y que las tareas que tenían para hacer no distaban del pulpo por lo que se dirige resueltamente hacia ese sector. En el camino ve que algo se mueve con el viento entre los autitos chocadores y la rampa de florines. Se desvía para ver de qué se trata pero no puede ver bien a causa de que tiene que apurar el paso para que la cosa no se le escape y con esto la linterna no logra dar en el blanco más que por momentos. Entonces corre. Esto empeora su puntería pero lo aproxima al objeto no identificado que por fortuna queda atorado en los molinetes de las tazas. Lo tengo, piensa. Cuando se acerca descubre que es un dinosaurio inflable rosado de gran tamaño que lo mira tiernamente con los ojitos desorbitados que seguramente salieron mal de fabrica. Se lo coloca debajo del brazo y retoma el camino al pulpo. Ahora debe hacer un rodeo para llegar. Mientras camina escucha los sonidos que hacen los juegos con el viento. Llega al pulpo, no parece haber nadie por ahí. Rafael Rociado piensa que desde que trabaja en el parque no subió ni una sola vez a ninguno de los juegos. Por un momento imagina subirse al pulpo pero decide no hacerlo, al menos hasta encontrar a los hermanos Florito. Pero el dinosaurio tiene ganas de subir así que lo sienta en uno de los carritos y lo pone en funcionamiento. De vez en cuando lo mira desde abajo mientras vigila a su alrededor. Cuando la máquina se detiene Rafael Rociado da una vuelta alrededor del pulpo y no encuentra al dinosaurio. Se debe haber volado, piensa. Busca con la mirada alrededor suyo pero no lo ve. Tampoco ve a los hermanos Florito pero escucha unos murmullos. Hay alguien ahí? grita, pero no le contestan. El viento no le deja distinguir de dónde vienen los murmullos, por momentos pareciera que de las tazas pero también puede ser de la rampa de florines. De todos modos ambos lugares quedan para el mismo lado por lo que Rafael Rociado decide ir acercándose para distinguir mejor. En el camino vuelve a ver algo que se mueve, eso lo alegra. Corre feliz al encuentro con su dinosaurio rosado y una vez en la baranda de la rampa de los florines distingue que esta vez se trata de un oso panda, también inflable y de gran tamaño. De todos modos se lo coloca debajo del brazo y presta atención: los murmullos provienen de debajo de la rampa. Rafael Rociado se desliza con cautela por uno de los laterales y trata de ver qué hay pero el viento es tan fuerte que le resulta imposible sostener al oso panda. Entonces entra y la puerta se cierra de un golpe. Ya no hay viento pero el oso panda se sigue moviendo desquiciadamente, le muerde una mano y escapa. Rafael Rociado puede ver hacia dónde se dirige porque por momentos el inflable brilla. Hijo de remil puta me las vas a pagar, grita y el murmullo cesa. Rafael Rociado camina en la oscuridad para el lado donde se fue el oso panda agarrándose la mano mordida con la otra mano. Para no chocarse con nada las lleva hacia delante y tantea el piso con los pies antes de dar cada paso. Se acuerda de la linterna y antes de bajarlos sus brazos se meten en un plástico ahuecado y gomoso que ejerce una succión irresistible. Enseguida está totalmente absorbido por aquella cosa que lo cubre por completo dejando sólo su cabeza al descubierto, desde donde puede ver a los hermanos Florito cenando con algunos inflables. Desde la mesa lo saludan y uno de ellos le señala con un tenedor una silla vacía. Sin que Rafael Rociado asienta, la cosa ahuecada en la que está embutido da unos saltitos y se instala en donde se le indicó. Al momento un tubo que aparece de uno de los costados toma un tenedor y comienza a embocar en la boca de Rafael Rociado algunos bocados de lo que hay en la mesa. Entre uno y otro observa a los hermanos Florito que cada vez que alguno de ellos intenta decir algo uno de los tantos inflables que hay ahí le hunde de un bofetazo la cabeza en el tubo inflable en que se encuentra metido. Rafael Rociado se desespera al ver que la situación se prolonga y le da un mordisco a su inflable en un intento de liberarse, con lo que consigue hacer un agujero por el que sale un aire viciado. El oso panda y dos monos intentan auxiliar al inflable donde Rafael Rociado está embutido pero éste empieza a dar vueltas por el aire en una desinflamación desenfrenada. Una vez en el piso Rafael Rociado toma el tenedor que aun tiene enroscado su inflable y amenaza al resto que retrocede. Va hasta donde están los hermanos Florito y hunde el tenedor en sus apresadores, que vuelan enloquecidos. Mientras tanto Rafael Rociado ya tiene en sus manos otros cubiertos con los que se defiende de los ataques del montón de inflables hasta que ve cómo caen al suelo los restos contenedores de los Florito. Sin dejar de dar manotazos trata de destapar con los pies los cuerpos de los dos hermanos pero nota que están desinflados. Ya totalmente desalentado mira a su alrededor y ve al dinosaurio rosado que se le acerca mirándolo tiernamente, lo abraza, le desajusta la tapita de goma trasera y lo estrecha entre sus brazos.

sábado, 9 de junio de 2012

diagila.

el dibujo que se llama "panjorgismo en el diagila numero diez de una vida" lo vamos a hacer sulmo y yo una vez cada uno. que lindo. despues les muesto. besitos.

lunes, 4 de junio de 2012

se murió trololó.

pero antes de morirse ya era inmortal el que se murio es de mucho despues quel inmortal del video. besitos.


martes, 17 de abril de 2012

acaba de pasar.

10:24 piribíp
- HOLA BUEN DIA COMO ANDAS?
- buen dia, no se quien sos
10:34 piribíp
- HOLA RAULSOY DANIEL TODO BIEN?
- hola raul no te conozco. me parece q te equivocaste de numero.
10:37 piribíp
- NO SOY RAUL SOY DANIEL JAJAJA
- yo tampoco soy raul. no conozco a ningun daniel. q tengas un buen dia.
10:39 piribíp
- SI PUEDESER Q AYA AGENDADO MAL EL NUMEROCOMO TE LLAMAS?
10:42 piribíp
- DISCULPA ME EQUIBOQUEGRACIAS X LA BUENA HONDA PARA VOS TAMBIEN UN BUE DIAME GUSTARIA SAVER COMO TE LLAMAS?
- javier lesa es mi nombre.
10:47 piribíp
- PENSE QUE SERIAS MUJER X LO AMABLE Q FUISTETODO BIEN DISCULPA CHAU
- la amabilidad acontece mas alla del genero. q estes bien. chau.
10:59 piribíp
- MUY BUENAS PALABRAS ALGO SABIAS SIGO DUDANDO DE TU GENERO
- buscame en faceboock y algun dia chateamos. tengo muchos amigos. soy pintor y escritor.

domingo, 18 de marzo de 2012

hoy escribí el cuento de leonardo

los cinco abogados del gerente general llaman a la puerta al mismo tiempo. él está en el diván recostado tranquilo acomodando su silbido al ritmo de los abogados mientras mira su reloj japonés nuevo. hace tiempo que no hacía mover a los muchachos, piensa. ellos gritan desde el otro lado y el gerente general los escucha como un coro de desafiantes tenores alzándose desde el umbral. sabe que no van a calmarse hasta que lo vean.
—no estoy tranquilo. así, no voy a poder… -dice.
la voz del gerente general casi no se escucha pero los abogados hacen silencio y él camina trazando un semicírculo que tiene como centro la puerta. recorre este camino varias veces hasta oír los pasos de alguien que se acerca trotando del otro lado y da un tremendo golpe que lo deja duro. en seguida escucha otro golpe peor que el primero y decide mirar por la cerradura. del otro lado están los abogados subidos a la espalda del jardinero que sostiene sin dificultad un tronco grandote abajo del brazo mientras toma carrera. cuando está por dar otro golpe el gerente general abre la puerta y mira cómo el enorme negro arrasa con algunos muebles y queda desparramado entre los abogados al otro lado de la habitación. entonces sale cierra la puerta con llave y camina por el corredor donde hay centenares de puertas. elige una cualquiera y entra. desde la habitación a donde se metió puede ver las ventanas de las habitaciones del pabellón de enfrente. todas dan a un patio redondo donde hay una fuente. adentro hay una cama sin hacer y algunas valijas mientras las revisa escucha a los abogados ir y venir por el corredor. la mayoría está llena bollos de toallas, jabones y cosas de distintos hoteles. sin duda el que se aloja en la habitación es el mismo que se está duchando. antes de que lo sorprendan ahí decide meterse abajo de la cama desde donde puede ver cómo entran los abogados por una puerta al mismo tiempo que el hospedado sale por otra.
—señores? —dice el hombre de la habitación envuelto en una toalla.
—lo siento —dice uno de los abogados— buscamos al gerente general.
el hombre de la habitación mira alrededor suyo y hace un gesto de negación con la cabeza.
—tal vez lo esconda en algún lado… —insiste el abogado.
el hombre vuelve a mirar alrededor suyo y vacía algunas valijas en el piso.
—parece que no… a no ser que se haya metido acá —dice y deja caer al piso la toalla. los abogados miran con espanto al hombre desnudo y salen de la habitación embotellándose.
el gerente general puede ver desde donde está el enorme pene erecto del hombre reflejado en el espejo.
—ya puede salir —dice volviendo a envolverse con la toalla.
el gerente general no se mueve intentando pasar desapercibido pero el hombre ya está al lado de la cama levantándola y dejándolo a él totalmente al descubierto. con el movimiento vuelve a caerse la toalla. el gerente general desde el piso lo mira absolutamente intimidado.
—vamos, hombre, salga de ahí.
el gerente general hace gestos de que va a salir esperando que aquel hombre le haga lugar pero no se mueve. al contrario, se acerca cada vez más y lo obliga a arrastrarse hasta el centro de la habitación donde al fin puede pararse.
—dígame qué le pasa, cuál es su problemita? —le dice el hombre rodeándolo con un brazo. el gerente general intenta soltarse pero sus esfuerzos pasan desapercibidos.
—cuénteme…
—no tengo ningún problema, estoy jugando.
—ah! pero qué divertido! yo sabía que la iba a pasar bien acá… y de qué se trata el juego?
—es algo que no le incumbe, señor.
la última palabra que dice el gerente general redobla la fuerza del brazo sobre su hombro.
—leonardo. dígame leonardo, por favor.
y como si se tratara de una puerta el gerente general gira en torno a leonardo que lo lleva casi colgado del brazo. de una patada vuelve a poner la cama en su lugar y se sienta apoyándolo a él en una de sus rodillas como si fuera un nenito.
—a ver, por qué no me cuenta? estoy muy intrigado.
los ojos del gerente general no pueden dejar de mirar hacia el espejo donde se ve a él sentado al lado de la pija de aquel hombre que ahora le da palmaditas en la espalda.
—bueeeeno, bueeeeno… ya no llore, ya pasó. ahora deje de hacer caprichitos y dígame de una vez.
el gerente general intenta zafarse y no puede. tampoco puede evitar los sollozos que le achican la garganta y lo hacen hablar con una voz vergonzosamente aguda.
—juego a las escondidas —dice penosamente.
—ah! entiendo. a ver? —dice el hombre y se tapa la cara con una almohada. después de un ratito se la descubre y dice: á-ca-taaa. ante el asombro del gerente general vuelve a repetir la maniobra varias veces.
—á-ca-taaaa… dónde está leonardo…? á-ca-taaaa…
la habitación ya casi está a oscuras. leonardo como si no tuviera adosado a su axila al gerente general vuelve a meter en una valija las cosas que había tirado al piso. prende la luz y prepara la ropa que va a ponerse mirando cómo le quedan adelante del espejo varios trajes. elige uno que según él va bien con el reloj japonés.
—qué tal si colabora un poquito? —le dice al gerente general porque le cuesta ponerse el pantalón con una sola mano. después para ponerse la camisa lo pasa de brazo en brazo y una vez vestido se peina un poco y envuelve al gerente general con la toalla que tenía puesta moldeándola con la forma de una enorme pelota de rugby.

martes, 13 de marzo de 2012

hoy escribí el cuento de nelson y después lo mandé a un concurso

los cuatro hermanos solían verse solamente cuando cumplían años y festejaban siempre contándose las últimas aventuras. nelson, dueño de un instrumento codiciado e inigualable, tenía siempre algún cuento que les dejaba a sus hermanos la boca abierta y la pija parada. pero esta vez aunque todos ya habían pasado varias horas contando historias nelson no había abierto la boca. los hermanos estaban preocupados, por eso decidieron no hablar más y mirar a nelson que en silencio empezó a frotarse el porongo con movimientos fuertes y apretados. ésta, decía, es la que se mueve por mí, hace todo por mí, y yo hago todo por ella. y mientras la acariciaba podía verse cómo crecía abajo de los pantalones. nelson estaba recostado en su silla y con sus hermanos formaban una ronda alrededor de la mesa. la mano de nelson subía y bajaba por el crecido bulto. ésta, decía, es la que van a tener el gusto de ver otra vez. y efectivamente su gran choronga saltó estropeando el cierre del pantalón y quedó balanceándose adelante de los ojos muy abiertos de los hermanos que sabían lo que se podía esperar de nelson. y cuanto el instrumental estuvo a la vista la mano de nelson grande y carnosa se puso a jugar con las bolas. la soberbia pija de nelson estaba ahora siendo manoseada frenéticamente de manera que los hermanos, no pudiendo sacar los ojos de semejante palpamiento, se embarcaron en la misma tarea. ésta, decía, es la que me llevó a vivir en la isla del sur… se acuerdan? los hermanos respondieron afirmativamente con un movimiento hipnótico de cabeza. satisfecho nelson abarcó diestramente con las dos manos la totalidad del chorongón vibrante y duro, después lo golpeó contra el borde de la mesa haciendo tintinear las copas entre sí mientras el viento movía las cortinas dejando ver las estrellas de esa noche de verano. también se oía el ventilador y la luz que caía sobre la mesa no llegaba a alumbrar el espacio que rodeaba a los cuatro hermanos. ésta, dijo nelson volviéndola a golpear contra el borde, sí, ésta… y blandía su pija parado frente a la mesa, frente a sus hermanos, frente a la ventana que daba a la ventana de en frente que estaba abierta y con la luz apagada. los tres hermanos se pajeaban violentamente mientras miraban la gran pija que parecía haberse tragado a nelson, pero que en realidad se asomaba por atrás domándola. fue en el muelle, dijo, de noche. la única luz de una lamparita se reflejaba en el río. ni una lancha y yo solo, ahí parado entre grillos y mosquitos. la cumbia del rafa lejos mezclándose con el ruido del bosquecito de atrás de la casa. parado mirando el puente. si voy a ser sincero diría que no esperaba nada, pero en cierta manera no podía hacer otra cosa estando, parado. ahí hizo una pausa que aprovechó para llevar los dedos hasta la boca, chuparlos y volver a acariciar con mucha delicadeza su brillante poronga. y para ser todavía más sincero: no me gusta esperar. ustedes saben bien que no me gusta esperar. así que tranquilo me acaricié la pija y empecé a pensar en el veranito del 2007. sí, esos días, se acuerdan? los hermanos volvieron a responder al unísono sin dejar de manosearse las entrepiernas. ésta, seguía diciendo, me hizo pensar que el veranito del 2007 seguía ahí en el río en el muelle flotando en el aire. yo sentía que era la brisa que me acariciaba. piensen en mi mano, lo que hacía mi mano. los tres hermanos jadeaban viendo que la pija de nelson se ponía morada y robusta. agitado también nelson respiraba como queriendo que todo el aire entrara en sus pulmones chupándolo con furia, como si de esa manera llegara a absorber no solamente el aire del muelle en el que estaba pensando sino también el aire de ese veranito entero. excitado y furioso barrió con el brazo todo lo que había en la mesa y apoyó sus grandes bolas en un borde intimando a sus hermanos a hacer lo mismo. la imagen de las cuatro pijas sobre la mesa lo estimulaba haciendo que su mano dé movimientos más enérgicos. nelson veía a sus hermanos pajearse con rabia como si no fueran más que un biombo de espejos enfrente de él que se activó como una fuente por un ratito en el mismo momento en que estaba acabando.

lunes, 27 de febrero de 2012

feriado

hoy es uno de los días del finde largo de febrero el segundo. vinimos a visitar al tío maurito. y nos vamos en un rato en micro donde nos dan sanguchitos. pero ahora no comemos sanguchitos comemos torta y mate mamá leche yo. tío maurito nos cuenta que en una fiesta de disfraces el amigo mejor amigo era un superman de verdad y él era un conejo con polera blanca y cola de algodón que se le fue cayendo pobrecito. yo una vez fui a una fiesta de disfraces mamá me mandó de morcilla con una bolsa de consorcio con un agujero para la cara y un cordón en el cuello. pero no se podía usar los brazos para comer chicitos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

mi compu nueva :)


me compré una compu para chatear con mis amigos y escribir. así que voy a escribir una novela, y cuando me aburra de la novela, voy a escribir otra mientras tanto. y mientras tanto, para no aburrirme, tal vez escriba algunos cuentos.
y también voy a hablar de mi familia, porque los quiero mucho.
bueno, eso.
besitos.